Caminando por el pasillo de salida, observaba mi reflejo sobre la superficie metálica del muro, e impulsivamente arreglaba mi pelo. Fue en ese momento que noté afuera, al final de los escalones, un grupo de periodistas, fotógrafos y camarógrafos. Al costado del grupo de paparazzi estaba estacionada una ostentosa limosina blanca, el pináculo del glamour criollo.
Extrañados, mis amigos salieron con absoluta discreción sin estropear los puestos estratégicos de los periodistas, esperando ansiosos su presa famosa.
Desconocíamos a quien podrían estar esperando, después de todo en el restaurante parecíamos ser los últimos.
Sin importar a quien esperaban, después de todo pensé, estamos en Chile, dudo que sea Brad Pitt el que esta por asomarse. Parada frente a esta enorme masa militante, no pude evitar aprovechar ese momento.
Con la ayuda del Chardonnay ya consumido, estoica me paré frente a los fotógrafos y periodistas y con absoluta naturalidad abrí mi boca: “¿Me habían estado esperando a mi? Ayyyy que amorosos… ¡Bueno, aquí estoy!”.
Primero me arrolló un aullido de risas, y luego un poco inesperadamente me encontré inmersa en una ola de flashes y luces. Solo pensaba en ese momento “La Dolce Vita”.
Detrás de mí, un poco confuso salía el tan anhelado Nelson Mauri, la verdad es que no tengo idea quien es, podría ser un futbolista tanto como un cantante. Evito ver canales nacionales para evitar la constante vergüenza ajena que me causan, y como consecuencia no reconozco en absoluto ninguno de los personajes de la actualidad. En mi mente, aun vivimos en el mundo de Raquel Argandoña y Eliseo Salazar. Con pisada soberbia, y una mirada sedienta de aprobación, Nelson Mauri encaro al grupo de paparazzi, camino hacia su desesperada limusina, y comenzó a subirse, cuando se percató que no le seguían a él si no a la misteriosa celebridad europea, la cual el no reconocía. Bueno al menos eso es lo que pensaba yo, mientras corría muerta de la risa perseguida por las cámaras.
Al subirme al auto, me di una ultima vuelta para saludar y agradecer a mi publico, claro, como toda gran estrella, y fue entonces cuando lo vi, parado, derrotado con gesto de Niño mimado, e incrédulo que hubiera alguien mas importante que él. Sentí lastima.
Lastima, de que existieran personas que se midieran por las cantidades de flashes que vieron ese día. Siento lastima, por Nelson Mauri, porque sin duda llegaria decepcionado aquella noche a su casa, sintiéndose fracasado. Sin ni siquiera recordar la deliciosa comida o tal vez la amable compañía, pues para él nada tenía valor si ese momento no fue registrado con la pomposa operación que el esperó.
Según Andy Warhol, todos en este mundo en algún momento de sus vidas experimentaran 15 minutos de fama. Anoche yo viví 5 de los 15, supongo que aun me quedan 10.
La fama no es más que el reconocimiento publico por alguna obra u acción extraordinaria, pero hoy en el mundo de Paris Hilton y aparentemente Nelson Mauri, la fama se brinda por cualquier cosa, incluso por nada. Hoy vivimos en un mundo de famosos por ser famosos, lo cual representa elocuentemente la superficialidad de nuestra sociedad. Pero, no quisiera filosofear sobre los valores de nuestra cultura, porque debo admitir que por 5 minutos me sentí importante. Sentí, seguramente, lo que muchas celebridades sienten, aceptación, cariño, ser necesitada.
Mientras corría elegantemente, con mi abrigo de cuero negro flameando en el viento, me sentí validada.
Anoche cerré mis ojos y yací en mi cama recorriendo lo vivido del día, recapitulé lo bien que lo había pasado. Recordé lo deliciosa que estuvo la comida. Saboree con deleite mi postre de cheescake, y retuve las dulces palabras de despedida de mi amor. Instantes antes de quedar dormida, como un relámpago invadió en mi cabeza el recuerdo del divertido episodio de los paparazzi.
Fue entonces cuando supe lo afortunada que soy, pues en aquel momento más íntimo, cuando recorremos el día vivido, y reflexionamos sobre los hechos, en mi contemplación no registre la cantidad de flashes ni entrevistas ni fans, no había espacio en mi memoria para eso. Bastaba para recordar las carcajadas, amistades y un gran amor para sentirme legitimada. Para sentir que merezco existir, que mi vida no es vano y aun mas, que siento enorme satisfacción al vivirla.
Bueno esta fué, Bernardita Cerda, invitada especial, una estrella, hace tiempo que queria publicar algo de ella, pero no estaba inspirada, hoy junto con su nueva vida vuelve a escribir, suerte para nosotros. Gracias Berni!
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